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21 septiembre 2014

Parte 5



Hay que tener cuidado con las fantasías —dijo Francesca, la directora editorial, cuando tomé asiento frente a su escritorio.
—¿A qué te refieres? —pregunté tratando de fijar mi atención en el bolígrafo plateado que tenía al lado de su mano izquierda. Era mejor eso que mirarla y no ser capaz de pronunciar ni una sola palabra.
—Tu último texto habla de fantasías. Si no recuerdo mal, dices que hay que hacerlas realidad. Eso se puede malinterpretar, hay gente muy perversa.
—Bueno, no escribo para pervertidos mentales. —Traté de defenderme—. Confío en que la gente haga un buen uso de sus fantasías.
Francesca cogió el boli y me obligó a mirarla.
—Hemos recibido quejas del sector más conservador de nuestros lectores.
Así que era eso, pensé y fijé mi mirada en el cuadro sobre el escritorio, cuya foto no podía ver. Que la revista recibiera quejas era solo una cuestión de tiempo. Me decepcionaba tener que dejar mi columna de “historias húmedas”, sobre todo al poco tiempo de haber empezado. Tenía todavía mucho sexo sobre el que escribir.
—¿Entonces me has llamado para decirme que se acabó hablar de sexo?
Francesca cogió el cuadro y me obligó a mirarla de nuevo.
—¡Ma non! —contestó de pronto dejando traslucir su  temperamento italiano—. Quiero que sigas exactamente igual. Es esto lo que estábamos buscando. Los conservadores se escandalizan mientras se masturban.
Me reí, en parte aliviado y en parte por su naturalidad.
—Pero —dijo, en una mano el bolígrafo, en la otra el cuadro—, antes de seguir, ¿me permites una pregunta personal?
Sentí cómo el corazón se me aceleraba, busqué desesperadamente algo sobre su escritorio en lo que fijar mi mirada.
Dai, no tengo más manos —se quejó viendo mis intenciones.
Sonreí como un niño que trata de mostrar su inocencia mientras esconde el pastel robado detrás de la espalda.
—¿No crees que puede haber buen sexo en una relación de pareja?
Traté de poner cara de póker. ¿A qué venía esa pregunta?
—Solo escribes sobre sexo con extraños —aclaró.
Abrí la boca para decirle que no era cierto, que la historia de la semana pasada… No, aquella tampoco. Volví a cerrar la boca y sonreí forzado.
—Por eso —puso el bolígrafo y el cuadro de nuevo sobre la mesa— te va a ayudar una persona a elegir nuevas historias. Y he pensado en Miriam.
¿Miriam? ¿La única que no sabía que el jefe estaba liado con Margarita?
—No necesito ayuda —protesté.
—Solo un poco de asesoramiento.
—Pero…
—¿De qué trata tu nueva historia?
—De alguien que reparte pizzas.
La expresión de Francesca fue clara: “¿Entiendes lo que trato de explicarte?”

HISTORIAS HÚMEDAS
EL REPARTIDOR DE PIZZAS SIEMPRE LLAMA 3 VECES